viernes, 3 de octubre de 2008

Por un trabajo decente. Rafael Recuenco

No cabe duda de que la globalización avanza, que las interacciones entre las personas y los pueblos que, hasta hace unas décadas, se consideraban demasiado distantes para afectar a nuestra forma de vida, son cada vez más intensas, pero desde el movimiento sindical tampoco nos cabe la menor duda de que sus beneficios se han distribuido de forma extraordinariamente desigual, no sólo entre los países, sino también entre los distintos grupos sociales que conforman cada país.
Junto a ella, o precisamente fruto de esta globalización, la democracia ha avanzado paulatinamente en muchos puntos del planeta y se ha producido un innegable crecimiento económico, aunque como decía, dicho crecimiento, lejos de servir de aglutinante, ha incrementado la brecha entre los que hoy son más ricos y los más pobres.
En este sentido, hemos de reseñar que aunque esta situación tiene una repercusión directa sobre los países desarrollados como el nuestro, afecta de forma más descarnada a los países en desarrollo. De hecho, la mitad de los trabajadores del mundo gana menos de dos dólares diarios, 12 millones de personas trabajan en condiciones de esclavitud, 200 millones de menores de 15 años trabajan en lugar de ir a la escuela y un largo etcétera que nos recuerda el imperativo solidario con nuestros iguales, hayan nacido donde hayan nacido.
En estas circunstancias, que exigen respuestas coordinadas, el movimiento sindical mundial se ha unificado en la Confederación Sindical Internacional (CSI), la primera central sindical de ámbito global compuesta por organizaciones de 155 países, creada el pasado año, y que ha convocado para el próximo 7 de octubre una Jornada Mundial por el Trabajo Decente.
Esta Jornada trata de ofrecer una respuesta a los retos impuestos por la acelerada interdependencia económica, a la transformación de las estructuras empresariales, a la desregulación, la deslocalización y a la ausencia de derechos sindicales y laborales en muchos lugares del mundo.
Desde cualquier punto de vista, la Jornada tiene una gran relevancia, ya que se trata de la primera protesta sindical a escala planetaria en la que vamos a expresar a los gobiernos y a los empresarios, a las instituciones y, en definitiva, al conjunto de la sociedad la voluntad sindical de aportar un nuevo enfoque, más humano, a la globalización.
Desde el movimiento sindical internacional queremos que el trabajo decente deje de ser la excepción para convertirse en la norma que, como define la Organización Internacional del Trabajo, es empleo con contrato, salario digno, protección social básica, derechos sindicales y también diálogo social.
La Jornada tendrá en cada lugar, como no podía ser de otra forma, connotaciones propias, ya que no es equiparable la situación de los trabajadores en los países en desarrollo, con la de los países desarrollados. En este sentido, la Confederación Europea de Sindicatos y con ella la UGT centrará las reivindicaciones en la exigencia de la modificación radical o la derogación de la propuesta de Directiva sobre Tiempo de Trabajo. Porque nos encontramos ante una propuesta que, de largo, es la mayor agresión contra los derechos de los trabajadores y trabajadoras y del modelo social europeo, desde que se inició el proceso de integración y nos lanza hacia un modelo de relaciones laborales, que creíamos superado en la Europa del XXI. Más claro, la propuesta de la Comisión pretende una regresión en el único lugar del mundo donde los estándares legislativos de protección de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, merecen ese nombre.
Junto a esta importante reivindicación también exigiremos a los gobiernos y al empresariado la adopción de medidas que combatan la siniestralidad, la precariedad y el empleo no declarado, la universalización de las Normas Fundamentales del Trabajo y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las NNUU.
Por ello, el próximo 7 de octubre, los trabajadores valencianos saldremos a la calle de las principales ciudades para hacer ver a quienes promulgan la insolidaridad y el sálvese quien pueda, que la interdependencia nos exige avanzar hacia una sociedad mundial más solidaria, en la que el empleo digno, decente y con derechos, sea el elemento central del desarrollo de las personas.


Firmado: Rafael Recuenco Montero, secretario general de la UGT-PV.